Por: Arnaldo Ramón D' Yongh Sosa

Artículo anecdótico

Atlanta, Georgia, USA, 19 enero 2021

Cuando de personas especiales se trata, definitivamente llega a nuestras mentes de manera inmediata, aquellas que han marcado nuestras vidas desde la manera más sencilla hasta las que nos sorprenden por poseer alguna cualidad en particular.

En esta oportunidad, les estaré hablando de un gran hermano y amigo con quien pude compartir muchos años de mi existencia, y que como todo ser humano, cumplió un ciclo y debió partir.

Humberto, como le llamaba yo, fue un tachirense que entre otras cosas, se dedicó al libre ejercicio de la profesión de arquitecto, egresado de la ilustre Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET). 

Humberto fue y será siempre un hombre cálido y respetuoso, todo un caballero. Realmente cuando algo le incomodaba, sencillamente lo hacía saber y lo expresaba con todo el amor del mundo, muy poco o casi nunca, se le escuchaban malas palabras o tener reacciones altaneras. Recuerdo que en muchas oportunidades cuando compartíamos, me comentaba cosas con las que no estaba de acuerdo, y me hacía saber, que desde su posición contribuiría a mejorarla y a fortalecerla, expresiones que utilizaba cuando se refería a una fundación, a la cual, pertenecemos desde hace años, y que justamente fue la que nos dio la oportunidad para conocernos, por cierto, una institución baluarte a nivel mundial, y a la que siempre le agradecimos su bondad por habernos enseñado lo que calificábamos en nuestra conversaciones como la mejor filosofía de vida aprendida.

Su nombre completo “Jesús Humberto Jaimes Murillo”, sin embargo, lo conocían como el Arquitecto Humberto Jaimes, y su inseparable compañera de vida a quien eligió como esposa y madre de sus hijos, fue a mi querida cuñada (como yo le digo) Meyer Cegarra, y con ella procrearon a Reyem y Reymer, quienes son mis queridos sobrinos de corazón. 

Humberto era uno de los tíos preferidos de mi amada hija María Fernanda (Mafer), ella lo quiere mucho y siempre congeniaban de manera justa y perfecta, porque sus energías y ratas vibratorias siempre se han mantenido en alto.

Humberto se destacó como arquitecto de manera sobresaliente, y entre otras cosas, ocupó importantes cargos en la administración pública nacional, estadal y municipal en Venezuela, pero sin duda alguna, la cúspide del éxito la obtuvo en el ejercicio independiente de su profesión, logrando establecer su última oficina en el Centro Comercial Santa Teresa de la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira, Venezuela, y su despacho, fue testigo de los innumerables proyectos arquitectónicos en los cuales trabajaba con ahínco y dedicación. Humberto siempre me sumó a su equipo de trabajo, y aun cuando no todo a nivel laboral es de “color de rosas”, siempre hacíamos espacio para realimentar, comprender, replantear y compartir puntos de vista para hallar el mejor camino. Excelente experiencia.

Solíamos reunirnos en su oficina con mucha frecuencia, es grato recordar, que siempre tenía una merienda para el día, sin embargo, cuando yo llegaba sin previo aviso, no podía tolerar que me fuera sin antes compartir algo para comer y beber. Hay veces que mandaba a comprar, y en otras ocasiones, salíamos de su oficina a la panadería que se encontraba en el mismo centro comercial para extender el tiempo de nuestras largas charlas.

No hubo un día que no visitara a Humberto en su oficina, y que no consiguiera todos los espacios llenos de gente: arquitectos, estudiantes, pasantes de universidades, clientes, o su familia, quienes pasaban una parte de su tiempo haciéndole compañía en muchas oportunidades. Todos los pasantes querían trabajar en su oficina, que definitivamente era una escuela, y Humberto jamás les dijo que “no” a ninguno de sus pupilos. Siempre había un espacio y algo que hacer en ese mundo tan fascinante de la arquitectura, y por supuesto, él era amante de las cosas buenas: un excelente restaurant, buena ropa, un buen trago de whisky, y en el caso de su recinto laboral, se rodeaba de los mejores equipos y herramientas de trabajo, totalmente a la vanguardia de la última tecnología, lo que hacía brillar el acabado de sus piezas de arquitectura, y consecuentemente, la admiración y conformidad de todos sus clientes. Cuando los trabajos no cumplían con sus exigencias, salía de sus labios estas palabras: “como dice mi querido hermano Arnaldo, eso quedó cache palo”.

Otra experiencia formidable que vivimos de muchas otras, fue en la organización de un evento binacional para la fundación a la cual pertenecemos. Para ese entonces, Humberto ostentaba el cargo de Presidente de la institución. Fue una actividad que se caracterizó por haberse desarrollado “a todo trapo” (permítanme la expresión coloquial), pero el éxito se debió al trabajo de un equipo que fue orientado y guiado por Humberto, donde no escatimó esfuerzos, inversión, tiempo, y sobre todo amor, lo que hizo dejar muy en alto el nombre de la fundación, albergando en su seno a 180 participantes procedentes de Venezuela y Colombia.  Humberto siempre proyectó entusiasmo, fue visionario, no le gustaban las cosas ordinarias, siempre compraba lo mejor, lo que le garantizara calidad, y como parte de los recuerdos de esa actividad, aún muchas personas conservamos una franela y una gorra alegórica que lleva el emblema de la imagen corporativa de ese encuentro binacional, la cual, fue diseñada por el propio Humberto.

En fin, para recordar personas solo es necesario llevarlas en el pensamiento de cada uno de nosotros, pero escribir sobre ellas, es sumamente difícil, se nos quedan cortas las líneas para compartir anécdotas y experiencias vividas, que al fin y al cabo, es lo único que queda de todo ello. Todos los días son especiales, y por lo tanto, hay que vivirlos como que si fuera el último, porque sencillamente hoy estamos y mañana no lo sabemos.

Hoy día, ya Humberto no se encuentra físicamente con nosotros, el pasado ocho (08) de enero del año 2021, escasamente hace once (11) días, pasó del plano, y solo nos queda su legado, que por encima de todo es definitivamente reconfortante. El transitar por este plano, siempre nos deja aprendizajes, y Humberto estoy seguro, fue un maestro de quienes muchos aprendimos. En mi caso en particular, lo valoro y admiro, en fin, disfruté mucho de su fraternidad y amistad. Y utilizo estos verbos en presente, porque aprendí que la muerte no existe, y que solo se trata de un cambio de dimensión, de un cambio de plano, lo que significa que continua lleno de vida para proseguir en el camino de su evolución.

Humberto, querido hermano, siempre estarás presente en mi corazón, y todo lo que compartimos y aprendimos en nuestra fraternal amistad, sigue vigente en el tiempo persecula seculorum. Gran abrazo a la distancia e infinitas bendiciones para ti, se te quiere !!!

Tu querido hermano Arnaldo.

Atlanta, USA, 19 de enero de 2021.